Entrenamientos realistas VS tiro de laboratorio. Es bien sabido que los entrenamientos en galería, por lo general, suelen reproducir situaciones en las que el alumno puede adoptar una posición estable, levantar el arma hasta la altura de los ojos, tomar miras y hacer un doble disparo con precisión. El inconveniente radica en que la eficacia adquirida en condiciones de “laboratorio” no tienen nada que ver con las del mundo real y, por tanto, apenas aportan recursos para sobrevivir en él.
¿Por qué entonces los entrenamientos en tiro de supervivencia no se asientan sobre premisas realistas? Las razones que encontramos pueden ser de distinta índole, destacamos algunas de ellas:
- Las rutinarias prácticas reglamentarias que en la mayoría de los casos el único reto que plantean al tirador es agrupar unos disparos con precisión sobre un blanco estático y a distancias más propias de modalidades de tiro deportivo de precisión. Urge por tanto salvar el desfase entre lo qué se enseña y el para qué se enseña.
- Las económicas, en cuanto que cambiar el sistema exige de las organizaciones un incremento de la inversión en munición, en instalaciones y formación.
- Las políticas que, en el tema de las armas, suelen adoptar medidas “correctoras” sólo a remolque de incidentes que saltan a la opinión pública.
- La tendencia alarmante a adoptar técnicas derivadas de modalidades deportivas (Recorridos de Tiro) para el entrenamiento del tiro de supervivencia.
El entrenamiento basado en conceptos teóricos o competitivos, se convierte un lastre en situaciones de la vida o muerte. Muchos instructores deberían revisar su programa y muchos cursillistas deberían reflexionar si “la formación” que reciben, es por la que están pagando en realidad.
Aunque los criterios a la hora de seleccionar y transmitir un determinado tipo de información siempre estarán influenciados por la formación y experiencia del formador, al menos el material que se difunda deberá ser:
- Útil, en cuanto a que se oriente a dar respuestas a las situaciones más probables en las que puede verse envuelto el colectivo al que se dirige esa formación. Esta idea contrasta con la filosofía que impregna algunos de los cursillos de fin de semana anunciados en las revistas especializadas. En su desarrollo se recrean situaciones de “alto riesgo”, cuya resolución es propia de grupos especiales, para ser resueltas por un alumnado que no sólo no está capacitado, ni lo va a estar después del curso, si no que además por ley, tampoco son competentes para abordarlas.
La formación debe ser ante todo útil y reproducir situaciones en las que puede verse envuelto el alumno.
A pesar de ello entre la mayoría de cursillistas que acuden a este tipo de actividades no es corriente percibir la sensación de que ha sido una pérdida de tiempo y de dinero, antes al contrario, los asistentes se divierten, obtienen un certificado para baremo profesional y adquieren una falsa confianza en sí mismos.
Adaptada, lo que significa que la información suministrada será exclusivamente la que el alumno sea capaz de asimilar o de explotar en función de su nivel de conocimientos y destrezas.
Coherente con marco el legal vigente y la normativa administrativa que regule de forma específica el uso de las armas. Este aspecto, olvidado en ocasiones por los instructores, es un factor indispensable a tener en cuenta para orientar la toma de decisiones en intervenciones con armas. La carencia de una información precisa acerca de los requisitos normativos exigidos por la ley para actuar conforme a derecho es imperdonable y acarrea graves consecuencias. Del mismo modo, cuando se analizan actuaciones de cuerpos policiales de otros países para extraer enseñanzas, debe ponerse especial cuidado en delimitar el marco legal de los mismos, evitando extrapolar “sus” métodos y procedimientos, sin tener en cuenta la normativa penal, civil de nuestro país.
Debe constituir una preocupación constante de los formadores, el mantenerse familiarizado con la jurisprudencia relativa al uso de armas de fuego. Los seminarios, conferencias y mesas redondas son fórmulas idóneas para mantener contactos con jueces y fiscales, que permiten informar a todo el personal de los aspectos legales a considerar en una intervención con armas u otros medios.
Desconocer determinados preceptos legales acarrea en el ámbito de la responsabilidad penal y civil consecuencias más graves que los peligros originados por el incidente que motivó la intervención. Es necesario, pues, que los instructores reiteren su cumplimiento, los discutan con sus alumnos y diseñen supuestos que pongan a prueba su asimilación.
Falta de criterio del profesional-alumno. El ocasiones la actitud mental de los alumnos que asiste a un curso de formación con armas, está orientada más a “pasar un buen rato”, “confirmar” que su arma funciona, “recrearse” en lo que hace mejor, mejorar el rendimiento deportivo, aprender una “nueva técnica secreta”, etc. y, al final si es posible…obtener un diploma. Hasta aquí nada que objetar.
La cosa cambia, a nuestro juicio, cuando el alumno por su profesión porta un arma de fuego para su defensa. Es entonces cuando más que nunca precisa una preparación operativa especializada y fundamentada en la norma legal que le permita, llegado el caso, dar una respuesta oportuna, congruente y proporcional a una situación de crisis.
En resumen, que el profesional debe reclamar de sus formadores los recursos técnicos y tácticos que realmente necesita para cumplir sus misiones diarias, pero también es su responsabilidad, reflexionar sobre ellos, comprenderlos, aplicarlos y nunca dejar de contrastarlos con la realidad de la calle.
Texto: Francisco Pedro Herrero García.
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