Machetazo va, machetazo viene

 

Machetazo va, machetazo vieneMachetazo va, machetazo viene. Un policía en activo, a la sazón instructor de varias artes marciales y de defensa personal policial; y de defensa personal para mujeres maltratadas; y de defensa personal para mujeres escoltas; y de defensa personal para mujeres divorciadas; y de defensa personal para mujeres rubias; y de defensa personal para mujeres fumadoras; y de defensa personal para mujeres inmigrantes; y de defensa personal para no sé quién más, me dijo hace unos meses, a través de Facebook, que había que dejarse de tanto entrenar en la galería de tiro, como si acaso ello fuese una bendita, clamorosa y sempiterna realidad, para pasar más horas en el tatami. Lo dijo a colación de un artículo en el que yo defendía, mediante el análisis de la filmación de un suceso real, el balazo que un policía le había metido a un menda que lo estaba acometiendo con un arma blanca.

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Málaga, año 2014. El agente Francisco Díaz Jiménez es asesinado de una brutal puñalada en el torax.

Este instructor de artes marciales, que también lo es de tiro según dicta un diploma, manifestaba con vehemencia que nunca había que dispararle a quien estuviese hiriendo o matando a cuchilladas, o simplemente estuviese intentándolo, dado que los miembros de los cuerpos de seguridad y de las empresas de seguridad privada están, o estamos, más que preparados para desarmar, a bastonazo limpio, incluso al más bragado navajero del lugar. Atención, que el jodido lo sostuvo con tanta firmeza que a punto estuvo de convencerme. Pero, por suerte, un hilo de luz me iluminó: si yo estudié Electricidad y ostento un título de Formación Profesional que lo acredita, ¿soy experto en voltios, vatios y ohmios? Sí, teóricamente soy especialista en cables y cosas de esas. Pero lo cierto es que no tengo ni zorra idea de lo que establece la ley de Ohm y encima me da jindama cambiar una bombilla.

Quiero decir que si el tiro es una asignatura marginal dentro de los programas formativos de los cuerpos policiales y de las empresas de seguridad, como de hecho es y no estoy ni mintiendo ni exagerando, más aún es colocarse un quimono para darse garrotazos y abrocharse los grilletes durante la falsa representación de un cacheo tatamillero y académico, que nada en absoluto tiene que ver con la práctica callejera. Porque si los ejercicios de tiro están generalmente muy alejados de la realidad que se vive en la calle, las prácticas de defensa personal policial son una broma macabra, también por lo general.

Ahora bien, ojalá ambas materias fuesen bien entendidas por quienes diseñan los planes académicos y de reciclaje, para que realmente todos los profesionales armados fuesen medio hábiles en el desarrollo de sus funciones a mano desnuda o armada. Ojalá. Pero considero que aun alcanzando tal punto de calidad formativa, resultaría de una grandiosa estupidez apoyar la idea de que siempre se puede neutralizar a los macheteros sin sufrir riesgos propios, bien a trompazos, bien a estacazos, bien aplicándoles luxaciones. Porque hay veces que se puede, claro que sí, pero no todas las veces, picha mía (por si lo lees y te percatas de que va por ti). Yo mismo, que soy un negado para estas cosas, he desarmado —en el pasado— con un par de golpes de bastón, con un barrido y con un chorro de pisotones y puntapiés, nada ortodoxos y sí muy callejeros, a algún que otro sostenedor de peligrosas herramientas incisivas y cortantes. Pero en las más ocasiones me vi obligado a practicar el encañonamiento y hasta el disparo intimidatorio, amén de rogar el apoyo de otros compañeros.

Creo que este tío es de los que vende la peligrosa, desproporcionada e ilusoria teoría de que si el malo en vez de blandir una botella de vidrio fracturada lo que esgrime es un revólver, igualmente habría que desarmarlo a lo Chuck Norris o a base de calambrazos, aunque quiero recordar que el interfecto también se muestra públicamente en contra del empleo de los Taser (dispositivos de descargas eléctricas). Me gustaría ser una mala bestia carente de miedo para poder respaldarlo, pero por bicho que a veces pueda parecer, hay cosas que me dan mucho “mieo”. Ni estoy tan preparado… ni soy tan valiente.

Ver video:

Vamos a ver, no es que yo apueste únicamente por la opción de tirotear a los que generan riesgos graves e inminentes para las personas. Siempre no, hombre, no soy tan borrico. Pero sí creo que cada situación es diferente, por lo que se dan incidentes en los que con un buen empujón y una implacable inmovilización podría saldarse la cosa; mientras que en otras ocasiones podría precisarse un dispositivo de impulsos eléctricos, de esos rara vez vistos en las plantillas policiales españolas. Como del mismo modo se dan eventos que forzosamente han de superarse a tiro limpio, guste o no guste hacerlo. Así pues, hay que abogar por entrenar muy bien al personal en cuanto al manejo del arma de fuego, tanto en los aspectos técnicos como en los jurídicos, así como adiestrarlo, también muy bien, en el uso de técnicas físicas, poco floreadas, tendentes a reducir e inmovilizar, con sencillez, a quienes se resistan y acometan con instrumentos peligrosos de otra naturaleza.

defensa contra cuchillo

Me da a mí la sensación de que la peseta no es para nadie, ni para los que sabemos más de armas de fuego ni para los que saben más de defensas, de derribos y de torceduras de muñecas. Sobre todo cuando quienes opinamos sobre estos pormenores solo conocemos la calle desde el disfrute de las teleseries o desde lo que nos cuentan quienes se la curran de verdad, que no necesariamente son el cien por cien de los patrulleros, porque putas hay que no saben hacer pajas, según me cuentan algunos puteros. Y oye, que de esta quema se salve el que pueda, porque los que cuentan en su haber con poquísimas detenciones, con escasos decomisos de efectos prohibidos y los que nunca han ido a un juicio, poca mierda pueden saber de qué se cuece ahí fuera, por más horas que dediquen a lucir palmito escondidos dentro de un uniforme.

Dicho todo lo anterior, creo que el referido y no nombrado instructor da por hecho que él y sus alumnos podrían haber desarmado y neutralizado a tortazos a los dos bastardos de este vídeo, porque la pistola pesa demasiado y es una peligrosa y engorrosa herramienta. Esto me hace pensar que aun siendo docente de tiro, como efectivamente también es este señor, no tiene repajolera idea sobre la dinámica de los enfrentamientos. Es como si un servidor, que sabe más de balas que de tonfas, apostara por solucionarlo todo con la pólvora y el plomo. Menudo dislate, ¿no creen?

Significar, ya para terminar, que en demasiadas intervenciones armadas ni con uno, ni con dos, ni con tres impactos de bala (arma corta) se logra el derrumbe instantáneo del adversario, consiguiéndose pocas veces de forma mediata, o sea, en un lapso máximo de dos segundos, según la opinión del médico forense argentino Óscar Enrique Vanzetti, autor de “La incapacitación inmediata por el trauma balístico” (2010). No obstante, digo yo que si tienes la buena suerte de que durante unos segundos te metan menos pinchazos de los previsibles, mejor sería para el mayor órgano del cuerpo, para el pellejo. Podría pasar, inclusive, que la conjugación del buen hacer y del azar permitieran alcanzar a balazos puntos clave del mapa anatómico del contrario, para detener ipso facto la agresión en sus inicios o, al menos, cuando de menor entidad se hallara herido el defensor. En cualquier caso, tomar las de Villadiego es otra opción viable para la supervivencia, si se carece de capacidad defensiva u ofensiva.

Texto: Ernesto Pérez Vera

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septiembre 7, 2017 16:36