¿Sí o NO al back-up?: “Un as en la manga para una segunda oportunidad”
En España no existe cultura policial para ello, pero en otros países, como los Estados Unidos de América, es muy frecuente ver como los profesionales armados, tanto privados como públicos, portan una segunda arma de fuego bajo la ropa.
En España es lógico y natural que no se haya extendido tal costumbre. El primer motivo es que, por ahora -esto está cambiando acelerada y lamentablemente-, no existen tantos enfrentamientos armados policiales como en USA. Esto es algo que tenemos que admitir por el momento. Esperemos que el alarmante aumento de la criminalidad violenta se frene. De todos modos, el hecho de que no todos los días nos maten a un compañero no implica que no exista, siempre, la potencial oportunidad para ello e incluso el intento (delito en grado de tentativa).
Los atropellos deliberados -con dolo- son también, aunque de otro modo, situaciones de enfrentamiento. Un coche puede ser un arma más potente que una pistola. De hecho lo es, aunque algunas almas digan que no.
El concepto back-up, o arma de apoyo o respaldo, no debe confundirse con el hecho de portar un arma cuando se está franco de servicio. Aunque también en esos casos se pueden llevar dos armas, o más. ¿Quién no conoce a un compañero que siempre va armado en sus horas libre de servicio? Todos conocemos alguno, ¿verdad? Es algo normal y también lícito. Pues bien, muchos de ellos a la par que se protegen con un arma de fuego portan también una navaja. La navaja, según de qué tipo sea y qué mentalidad tenga su portador, puede ser un buen arma o herramienta para situaciones extremas. Ejemplos cinematográficos conocidos: Harry el Sucio, escena en el parque, y La sombra del reino, combate físico de una chica del FBI con un terrorista en un lugar cerrado.
Si la idea de portar un arma de fuego en horas de no servicio es para muchos algo negativo y propio de lunáticos, portar otra pistola oculta además de la reglamentaria sería de fusilamiento al amanecer. Quizá no esté extendido en nuestro país el porte de dos armas de fuego a la par, pero sí que lo está el uso de la reglamentaria de fuego y una blanca adquirida a título personal. ¿Quién no suele llevar una navaja cuando está de servicio? Lo que habría que hacer con algunos es convencerles, mediante demostración, de que esa navaja puede ser, llegado el caso, algo más que una simple herramienta para cortar la manzana de la merienda. El arma blanca ha estado presente en la vida del ser humano, como arma o útil de supervivencia, desde hace miles de años. Sin embargo, las armas de fuego llevan un rato entre nosotros, dos minutos en el periodo evolutivo de nuestra especie.
Algunos pensarán que portar una segunda arma de puño (concepto general de arma corta de fuego que engloba a la pistola y al revólver) es una fantasmada. La verdad, no dudo que alguno se la eche encima junto con la sábana y las cadenas, pero confio en que la mayoría sabrá valorar la ventaja que proporciona tener una segunda oportunidad cuando todo parece haber caído al abismo. De todos modos, no hay que caer en la obsesión.
Son muchos los supuestos que se pueden plantear en los que tener un arma oculta, sin conocimiento del agresor, puede suponer un giro a la situación adversa. La mayor parte de los policías con los que he hablado de este tema me han dicho que, aun no habiéndose planteado la opción de llevar un arma de fuego back-up, lo ven útil en los casos de desarmes violentos. No ven otras ocasiones en las que poder recurrir al respaldo. Lo cierto es que son muchos los supuestos que se pueden dar, pero casi todos los compañeros se centran únicamente en ese: malo quita arma al bueno. Lo cierto es que sucede muy pocas veces.

El famoso instructor de tiro policial Jim Cirillo.
Siempre que hablo de esto recuerdo aquel concepto llegado desde el New York Police Department (NYPD), el cambio de cargador a la neoyorquina. El famoso instructor de tiro policial Jim Cirillo, que ejerció en el NYPD durante los años 60 y 70 del siglo XX, acuñó esta denominación y sistema. Durante un enfrentamiento ya en marcha y ante la necesidad de recargar el arma principal o de resolver una traba, Cirillo desechaba tal opción y extraía otra arma más pequeña que siempre portaba oculta a la vista de terceros. Por cierto, Cirillo siempre usó como segunda arma un revólver del calibre .38 Especial con cañón de dos pulgadas o una pistola Walther PPK del 9 mm Corto. A veces incluso llevaba ambas a la vez. Cirillo falleció en un accidente de tráfico cuando contaba más de setenta años de edad, pero había participado en alrededor de quince tiroteos. ¡Ahí es nada! Trabajó la calle en la convulsa época de los mil y un atracos diarios a bancos, licorerías y farmacias de Nueva York. Creo que este tipo sabía lo que hacía. Abiertamente me declaro un admirador, un “ciriliano” ¡Ah!, por cierto, en Nueva York he podido ver a varios agentes uniformados portando el arma de respaldo a la vista: una pistola Glock tamaño estándar en la cintura pendiendo del cinto y otra de la misma marca, o un revólver pequeño, en una funda interior pero al alcance del ojo ciudadano. Esto se me antoja ideal para el referido cambio de cargador a la neoyorquina.

La pistola Walther PPK del 9 mm Corto era una de las favoritas de Jim Cirillo como arma Back-up.
El uso del back-up podría ser crucial ante una interrupción mecánica del arma principal. Incluso una persona entrenada podría verse ralentizada durante un enfrentamiento real, mientras trata de devolver su arma a la situación de fuego. Son varias las posibles trabas que se pueden estudiar y la mayoría son de rápida y segura resolución cuando se está adiestrado, pero otras son imposibles de ser resueltas eficazmente durante el curso de un enfrentamiento. Ante la temida doble alimentación o frente a un fallo mecánico del arma (avería en el peor momento), mejor extraer de otra pistola…
En USA no son pocos los policías que han salvado la vida gracias a que llevaban oculta otra arma de puño (a veces no tan oculta). Otros hubieran dado cualquier cosa por tenerla. Pero lo cierto y real es que incluso allí se producen pocos desarmes y cuando se llevan a término no siempre son letalmente empleadas las armas sustraídas.
Estamos haciendo referencia a la opción más manida de todas, el arrebato del arma por parte de un hostil, pero hay otras formas de perder el arma durante la prestación del servicio, ante situaciones complicadas. Otras veces no se pierde físicamente la herramienta sino que desaparece su operatividad. He visto bastantes pistolas caer al suelo desde su funda durante persecuciones a pie, saltos de muros y enfrentamientos físicos violentos (policías revolcados en el suelo con personas agresivas). En todos los casos vividos por mí, que son unos cuantos, la pistola siempre pudo ser recuperada con más o menos rapidez, pero no siempre por parte del agente extraviador. Algunas veces fuimos otros policías los que pudimos hacernos con el arma del compañero. Pero del mismo modo que los buenos conseguimos agacharnos y recogerla, pudo hacerlo también el hostil. Una segunda oportunidad hubiera podido ser, en estos casos y llegado el vital momento, llevar un arma de respaldo
El back-up, como es lógico, deberá ir casi siempre oculto a la vista de terceros, pero no por ello en un lugar inaccesible. El hecho de portar un arma difícilmente detectable no debe ser óbice para hacer de ella un uso más o menos rápido. El tobillo es la zona en la que tradicional se han llevado estas armas durante la segunda mitad del siglo XX, hasta nuestros días. Pero los bolsillos, si las armas eran lo suficiente pequeñas, también han sido muy usados. Las sobaqueras fueron también muy recurrentes como lugar de portación de armas de apoyo. Todos recordamos haber visto en el cine a un jugador de cartas, del Oeste americano, extrayendo una Derringer o un pequeño revólver del interior de su chaqueta.
El mantenimiento del arma de respaldo deber ser tan importante o más que el cuidado del arma principal. Al arma principal, por el mero hecho de serlo, siempre se le prestará más atención. A la otra, por ser la secundaria, muchos la olvidarán y la mantendrán y revisarán menos. Un error, sin duda. Ambas deben estar siempre en su punto, pero si una de las dos puede verse algo más afectada por pelusa o polvo es, muy probablemente, la segunda. Un arma que está siempre ahí abajo, en el tobillo, puede verse alcanzada por más partículas de polvo, arena o suciedad en general que el arma principal. La principal está arriba, o sea más alejada de la arena y de otras partículas o suciedades. Doy fe de ello.
Además, el arma principal estará tan a la vista que a poco que le caiga suciedad ésta será detectada y la subsanación del problema podría ser resuelta casi en el acto. Los que portan diariamente un arma en el tobillo, o escondida muy bajo la ropa, lo saben: el arma suele acumular más restos de polvo y pelusas de ropa que las principales. No obstante, las armas modernas son de tal calidad y fiabilidad que mucha suciedad tienen que tener para que dejen de funcionar. Otra cosa; entre pistolas semiautomáticas y revólveres, las primeras siempre serán más sensibles a estos factores higiénicos.
El portar un segundo arma puede venir bien incluso cuando la principal funcione correctamente. Se puede dar una situación en cual la principal no pueda ser asida para repeler una acción. Es el caso de quienes trabajan como conductores de seguridad, portando un arma en el tobillo o en una sobaquera, incluso llevando la principal en la cintura. Hablamos de los escoltas y conductores de transportes de presos, por ejemplo. En el asiento de un coche no siempre se podrá acceder eficazmente al arma de la cintura, menos aún cuando se esté usando el cinturón de seguridad, por ello, en esas situaciones, tirar de tobillera sería lo ideal. El acceso al arma del tobillo es más rápido y natural desde la posición física de un conductor.
El arma:
Respecto a qué tipo de arma elegir como respaldo, es sencillo: una que tenga potencia, que sea mecánicamente fiable y que sobre todo tenga un tamaño que permita una buena ocultación. Lo del tamaño puede ser muy discutible. Aunque debe ser pequeña, muchos optan por armas especialmente diminutas. Yo soy partidario de armas que, pese a su escueto tamaño, permitan un agarre mínimamente seguro y eficaz. Pero claro, si estamos hablando de un arma de respaldo para situaciones extremas que requieren de disparos casi a la desesperada, casi cualquier cosa será bien recibida y abrazada en tal situación límite.
El calibre no siempre es fundamental para provocar la muerte de una persona o la detención de una acción hostil, eso ya lo hemos visto en otros artículos. La gente muere incluso por disparos del calibre .22 (o menores). En este sentido, lo importante es la zona del cuerpo alcanzada por los impactos, pero lo que realmente vale de verdad es el órgano interno tocado por los proyectiles. Por ello, y para mayor aseguramiento del asunto, recomiendo usar un calibre que como poco sea el 9 mm Corto (.380 ACP/Auto). En casi cualquier calibre medianamente potente, o muy potente, podremos encontrar armas de tamaño subcompacto y de bolsillo (ultracompactas). Eso sí, a mayor calibre menor capacidad del cargador y casi siempre mayor será el peso del arma. En calibre 9 mm Parabellum/Luger, .40 S&W, .45 ACP, .38 Especial o .357 Mágnum se pueden encontrar numerosos modelos de pistolas y revólveres de tamaños oportunos para ser empleados como back-up.
En otros tiempos, no muy lejanos, no era posible adquirir armas de 9 Parabellum en tamaño subcompacto, por ello el nicho comercial se cubría con revólveres de dos pulgadas o con pistolas de 9 Corto, 7,65 mm (.32 ACP) e incluso del 6,35 mm (.25 ACP) y .22 LR. La cosa ha cambiado, y mucho. Hoy es muy fácil encontrar pistolas pequeñas, con más de siete cartuchos de capacidad, en calibre 9 Luger y además con pesos y tamaños menores a los de los sempiternos revólveres de cañón de dos pulgadas. En ese mismo segmento se encuentran muchas armas recamaradas incluso para calibres más potentes. Actualmente es fácil adquirir revólveres fabricados con titanio, lo cual aligera el peso del arma. Pero hasta hace poco tiempo solamente se portaban pequeños revólveres de acero forjado (aún hay miles de ellos), que comparados con los modernos modelos de titanio resultaban pesados.

Revólver S&W 342 fabricado en titánio
La logística tiene hueco en esta parcela. Un ejemplo: si como arma principal se porta una pistola Glock de segmento estándar o compacto, podría ser usada como respaldo otra Glock de igual calibre, pero en segmento subcompacto. En este caso al arma más pequeña le servirían, sin problema alguno, los cargadores de repuesto del arma principal. Es lo que tiene Glock, que es muy universal. Con otras armas podría obtenerse la misma ventaja, es el caso de muchas de la saga 1911.
Con la Ley en la mano:
Para acabar, vamos a sobrevolar sobre los aspectos legales del doble porte de armas de fuego. En España no todos los usuarios de armas de fuego podrán portar un revólver o pistola como back-up. Los escoltas privados, por ejemplo (también los vigilantes de seguridad), no tendrán tal opción: la licencia de armas tipo C, que es la que ellos poseen, solo les ampara el porte y uso de una pistola semiautomática propiedad, además, de la empresa de seguridad que mantiene contratado al individuo. Únicamente se me ocurre una posibilidad para estos profesionales privados, que el escolta tenga, además de la licencia tipo C, las licencias tipo B o F (para seguridad personal de particulares, la B, y para tiro deportivo, la F). En este supuesto, y en horas de servicio, el escolta podría portar legalmente su arma privada amparada en la licencia B y la reglamentaria sustentada en la C. Si llevara un “fusco” guiado con la F, solamente cometería infracción administrativa (nunca delito).
Conozco situaciones rocambolescas y anecdóticas: escoltas privados que protegían a políticos que poseían la licencia tipo B. Así pues, algunos de estos agentes llevaban su arma reglamentaria a la par que la del protegido. Desde mi punto de vista es una barbaridad jurídica, pero de tal circunstancia siempre tuvieron conocimiento oficioso las empresas de seguridad y las delegaciones del Gobierno correspondientes. A algunos protegidos les gustaba llevar su arma hasta que se cansaban de ella y se la pasaban a sus protectores.
En cuanto a los profesionales públicos de la seguridad (licencias tipo A), sí sería viable y legal el porte del arma personal a la par que la reglamentaria. Lo que no sería posible, sin autorización oficial, es la permuta de un arma por otra (al menos no la privada por la de dotación). En horas de servicio hay usar el arma que la Administración pone a disposición del funcionario. Esto solamente sería inviable en los casos de prohibición expresa a nivel de cada cuerpo o institución, mediante los reglamentos propios y demás disposiciones internas. No quiero dejar de comentar que conozco a policías que, en décadas ya pretéritas, trabajaron con la funda de la pistola vacía o con un arma de juguete en su interior, portando la buena en un bolsillo del anorak. Lo hacían ante el temor del desarme violento, pero también por tener siempre el arma empuñada en el bolsillo en aquellos, por fin, lejanos años del azote etarra.
Texto: Ernesto Pérez Vera (Visitar blog de Ernesto)
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